EL OLVIDADO PADRE DE LA NACIÓN: BERNARDO DE GÁLVEZ




El conde de Floridablanca escribió en marzo de 1777: «El destino de los intereses de las colonias inglesas americanas nos importa mucho, y vamos a hacer por ellas todo lo que las circunstancias nos permitan». Por supuesto, esta afinidad y simpatía por los insurgentes, al igual que las que poco después mostró Francia, no tenían otra intención que menoscabar el poder de Inglaterra, su poderosa enemiga común. Desde el momento en que las trece colonias inglesas firmaron su declaración de independencia en 1776, España apoyó su causa encubiertamente a través de agentes como Diego Gardoqui, en Bilbao, y Oliver Pollock, en Nueva Orleans. La primera ayuda a los rebeldes ascendió a cerca de doscientos mil reales de a ocho, los famosos Spanish Dollars, además de mosquetes, cañones, tiendas de campaña, pólvora, proyectiles y uniformes por un valor de novecientos cuarenta y seis mil novecientos seis reales. Con este equipamiento el ejército rebelde venció en la batalla de Saratoga, siendo esta victoria lo que animó a Francia a apoyar su causa, y la cantidad inicial seguiría incrementándose notablemente a lo largo de la guerra.
La contribución española no fue solo económica, también intervino militarmente a partir del momento en que España declaró formalmente la guerra a Gran Bretaña en 1779. La apertura de otros frentes en Filipinas, Galápagos, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Bahamas, Jamaica, Menorca y Gibraltar, así como la amenaza de cruzar el canal de La Mancha e invadir la propia Inglaterra con la colaboración de Francia, supuso la distracción de numerosas fuerzas británicas que de otro modo podrían haber sido empleadas para sofocar la rebelión de las trece colonias. Por su parte, la Real Armada intervino dificultando el aprovisionamiento de los británicos: en 1780 la escuadra de Luis de Córdoba apresó un convoy inglés formado por casi setenta barcos con provisiones y refuerzos para las tropas inglesas que luchaban en América.

La intervención militar española también tuvo lugar en Norteamérica. La primera vez que el malagueño Bernardo Gálvez vertió su sangre en América fue en 1762 luchando contra los apaches. En esta ocasión recibió heridas tan graves que bien pudieron poner fin a la historia de nuestro protagonista. Afortunadamente se recuperó de ellas y en 1770 era nombrado comandante de Armas de Nueva Vizcaya y Sonora, provincias de Nueva España, lo que hoy es Nuevo México. En 1776 fue nombrado gobernador de Luisiana occidental cedida en 1773 por Francia como compensación de la cesión de la Florida a Inglaterra tras las Guerra de los siete años, con la misión de impulsar el comercio de la colonia con los puertos franceses e hispanos. A él se debe la fundación de la actual Galveston, donde se refugiaron numerosas familias de rebeldes que escapaban de los territorios bajo dominio británico. La velada ayuda del principio a la incipiente nación se convirtió en una intervención activa de los ejércitos españoles a partir del reinicio de las hostilidades con la Pérfida Albión en 1779. Gálvez emprendió acciones militares contra los ingleses en el valle del Misisipi, con el fin de mantener expedito el río por el que España suministraba material de guerra a los rebeldes. A este propósito capturó Fort Brute, derrotó a los británicos de las guarniciones Inglesas de Manchac, Baton Rouge y Natchez, y destinó a don Fernando de Leyba, tercer gobernador adjunto de la Luisiana, a la villa de San Luis en las orillas del Misisipi con la misión de proteger la plaza y mantener abierta esta vía fluvial para garantizar que los hombres de Washington pudiesen recibir los suministros españoles desde Nueva Orleans. En mayo de 1780, los británicos lanzaron un ataque contra San Luis. Leyba contaba tan solo con doscientos diez efectivos frente a los mil doscientos —la mayoría indios— con que contaban los ingleses. A pesar de estar gravemente enfermo, don Fernando se puso al frente de su tropa y protagonizó una brillante defensa de la villa rechazando a los atacantes primero, y persiguiéndolos después. El 28 de junio de 1780 murió a causa de su enfermedad. Gálvez le concedió a título póstumo el grado de teniente coronel.

Gálvez derrotó a los ingleses en Mobile ese mismo año. En 1781 entró con su bergantín y la balandra Valenzuela en la bahía de Pensacola forzando al jefe de la escuadra, don José Calvo de Irázabal, a seguirle, ya que este era reacio a entrar en la angosta bahía debido a que encalló su navío insignia en marzo. Gálvez consiguió en Pensacola una victoria que fue decisiva para el curso de la guerra. Al abrir otro frente en el sur desvió tropas que, de otro modo, se habrían empleado para combatir a los insurrectos en el norte, lo que fue la clave de las victorias de George Washington. Carlos III le concedió el título de Conde de Gálvez y le permitió incluir en sus armas el lema “Yo Solo” en reconocimiento por la toma de Pensacola.
En 1782 arrebató a los ingleses la base naval de New Providence en Bahamas, donde con sus doscientos setenta y cuatro soldados regulares y trescientos treinta y ocho milicianos capturó doce barcos corsarios y sesenta y cinco mercantes ingleses. En 1783 se encontraba en la Habana preparando una expedición para invadir Jamaica, cuando Inglaterra pidió la paz. En reconocimiento a su decisiva intervención a la victoria final, Gálvez desfiló a la derecha de Washington el 4 de julio de 1783 en la parada militar con la que se celebró el triunfo. Y al año siguiente, el congreso norteamericano citó a Gálvez y al gobierno español por su decisiva ayuda para conseguir su independencia.
Durante los cuatro años que duró la Guerra de Independencia Norteamericana, los corsarios patrocinados y tripulados por españoles de las Indias llegaron a capturar cerca de tres mil barcos ingleses, y las tropas españolas se habían enfrentado y derrotado a los británicos en San Louis, Missouri y San José en Michigan, y luchado codo con codo con los rebeldes en las batallas de Indiana e Illinois. Con ello España consiguió recuperar las dos Floridas (la occidental y la oriental), reforzar su dominio en el Caribe y frenar la expansión inglesa en la zona, ya que Inglaterra perdió todas sus plazas en el Golfo de México excepto Jamaica.


 



A pesar de que la participación española en esta guerra fue más importante, cuantiosa y decisiva para el resultado final de la contienda que la contribución francesa, una vez más la historia ha quedado velada por la desidia de propios y la ingratitud de los extraños.




Comentarios

  1. Me gusta su crónica sobre la guerra de Secesión de los Estados Unidos de América y el ensalzamiento que hace de D. Gerardo de Galvez; pero echo en falta que no haga lo mismo con la figura insigne de D. Juan de Miralles Traillon. Este hombre nacido en 1713 en Petrer, Alicante, español, por tanto, fue íntimo amigo del general Washigton y quien contribuyó con su fortuna personal a la victoria de los secesionista. Le invito a que lea el libro "Juan de Miralles", del profesor Dr. Salvador Larrua Guedes. Un abrazo.

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    1. Gracias por tu comentario. Temo que la brevedad que me impongo en estas entradas para no aburrir deje fuera a muchos de nuestros héroes.
      No obstante, le dedicaré una entrada a Juan de Miralles como bien merece un paisano.

      Un abrazo.

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